UMBRALES DEL IMAGINARIO

viernes, 25 julio 2014

Enrique Baena

Anthropos, Barcelona, 2010, pp. 156

Tiene nuestro tiempo actual dos tendencias contrapuestas exponentes de una brillante paradoja quizá insignia del hartazgo de las mentalidades o, peor aún, de la anemia intelectual de esta época que nos toca vivir. Por un lado, el curioso desplazamiento en la academia, de investigadores y profesores hacia la Teoría literaria, producto de un cúmulo de causas no azarosas, trasladando el campo de sus investigaciones hacia cuestiones teóricas, a veces sin el bagaje necesario ni la atención precisa e ignorando en ello las fluctuaciones de nuestra sociedad. Este auge inusitado, probablemente hiperbólico, contradice la tendencia opuesta representada por el cambio cultural que implican internet y la realidad virtual y cómo han favorecido el derribo del concepto clásico de crítico literario y hace tambalear algunas conquistas clásicas de la Teoría Literaria ante los profundos cambios dados en la creación literaria así como en su recepción. Muestra de tal erosión sufrida es como algunos términos de teoría literaria quedan ahora en suspenso y son múltiples las explicaciones e intentos de definición del cambio que experimenta la literatura actual sin lograr satisfacer tal empeño hermenéutico. Alejado de esa diatriba esclerótica aparece este libro con esclarecedor subtítulo, Ensayos de estética literaria en la modernidad, del profesor Enrique Baena.

Desde una perspectiva histórica se realiza en estas páginas una sólida indagación crítica sobre «las simbolizaciones que nutren la imaginación creadora». Para ello el libro queda escindido en dos grandes bloques: el primero, Alegorías del yo, estudia en escritores, poetas y dramaturgos, aun eclipsados, representativos de las claves de simbolización presentes en la narrativa, la lírica y el teatro español (y por ello estas páginas se destacan por su valentía y audacia) como pueden ser José Moreno Villa, con su simbología de la introspección, José Muñoz Rojas y su serena vitalidad entre la invención y el sentimiento, que lo convertían al decir de Dámaso Alonso en un «clásico moderno ». Además revisar el fino crítico que es Baena el lirismo de los poetas del 50 basado en una dramatización poética de la subjetividad con la que consiguen rehumanizar la poesía tras el amaneramiento vanguardista y la radicalización de la poesía pura. Por otro lado cabe señalar el estudio dedicado a la dramaturgia de Miguel Romero Esteo, sus grotesmaquias y su «búsqueda permanente del idioma de la imaginación teatral». 

En el segundo bloque, cuyo título reza «Sendas del imaginario», se tratan el desdoblamiento de la voz lírica, las indicaciones del canon literario en la creatividad, las metáforas de la espiritualidad como conciencia ante lo divino, las doctrinas del humor y sus recursos de vanguardia, pero también la construcción de arquetipos, el uso simbólico del espacio y de la temporalidad o la verdad como metáfora. Parte para ello de la figura indiscutible de Bécquer, umbral de la estética contemporánea al reconstruir desde la sensibilidad ordinaria «el grado cero de la creación –la poesía de la poesía–». Ahí un detenimiento específico en la figura extrema y portentosa de Juan Ramón Jiménez, cuya sombra quizá aún no hayamos superado del todo. Son destacables también las páginas dedicadas a desmenuzar ese binomio de tradición y vanguardia acuñado por los poetas del 27 y la inteligente reivindicación del humor narrativo, tan diverso al dramático y tan mal entendido, de Jardiel Poncela. El tramo final de este ensayo centra su interés en la «pulcritud y precisión» de Caballero Bonald, la nostalgia de esa imagen primigenia que rezuma en la poesía de Francisco Brines o las confluencias entre Historia y Literatura a tenor del análisis del libro de José Manuel Cuenca Toribio.

El umbral del imaginario es el anuncio de la otredad, esa querencia epifánica que según Octavio Paz nos invita a ser nosotros mismos, y Enrique Baena lo entiende con acierto como factor creativo primordial de la modernidad poética, basamento a fin de cuentas de la más estricta contemporaneidad. Este ensayo se cuestiona en el fondo la esencia que ha de poseer el escritor absoluto a través de esa percepción superior con la que se da luz a las sombras de la creación. El erudito profesor indaga en páginas de abundantes sugerencias y profusas en ideas atinadas sobre los procesos de simbolización que abordan las vías imaginarias en la creación literaria contemporánea. Todo ello conjugado con una prosa bella y exacta, capaz de sintetizar verdades no siempre de clara revelación pues bien podemos aplicarle sin lugar a error parte de sus propias reflexiones en torno al carácter único, especial del hecho literario ya que la crítica excelsa se asemeja a la creación en cuanto que: «La poesía tiene el don de restablecer la unidad. Los fragmentos vuelven a un todo, se reúnen, se ajustan las piezas, y en sus figuras vive la realidad de una ficción que también dejó fluir su ser en un tiempo abolido». La extensa producción crítica de Enrique Baena resulta uno de los pilares constitutivos del ahondamiento en la hermenéutica de la simbolización creadora.

Francisco Estévez

Universidad Carlos III

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