TEXTOS E INTERPRETACIÓN: INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS LITERARIO

lunes, 29 septiembre 2014

Sergio Arlandis y Agustín Reyes-Torres.

Barcelona: Anthropos, 2013, 144 pp.

 

No es fácil vencer la dificultad que uno encuentra con frecuencia en los tratados de Didáctica o de Teoría de la Literatura. Ante sus páginas el lector puede quedar sumido en una nebulosa verbal, como si navegase entre babelismos o «divinas palabras». Pero no es eso lo que encontramos en Textos e interpretación: Introducción al análisis literario de los profesores Sergio Arlandis y Agustín Reyes-Torres. Huyen los autores de esos tenebrosos acercamientos puramente teóricos tan frecuentes y que en tantas ocasiones van, voluntaria o involuntariamente, cifrados. La metodología que proponen para acercarnos al texto literario es un reseñable instrumento teórico y práctico para ejercer la enseñanza y el aprendizaje de la Literatura. Los profesores de esta materia leemos con satisfacción y provecho este tipo de trabajos instrumentales que versan sobre las técnicas o recursos para introducir a los estudiante en la lectura crítica y al análisis e interpretación de los textos en la práctica docente. 

El objetivo de Arlandis y Reyes- Torres no persigue asentar una nueva teoría didáctica de la literatura, sino proponer, como profesores que ejercen la docencia directa, recursos y aplicaciones metodológicas en el aula. Con una buscada sencillez, con fundamento académico y sistematicidad pretenden que el estudiante vaya más allá de la lectura recreativa o impresionista. Como declara el título es una introducción al análisis de textos que permita crear lectores competentes.

Dividen el libro en cinco capítulos, cada uno con un amplio complemento bibliográfico. El primero sobre la lectura y sobre la noción de literatura. En el segundo exponen una serie de pasos que conduzcan al logro de un análisis crítico del texto, cualquiera que sea el género al que éste pertenezca. La especificación de cada uno de esos pasos halla aplicación práctica en los apéndices finales. Los tres capítulos restantes van dedicados respectivamente a la caracterización de los tres géneros literarios mayores. Constituyen unas claras nociones de teoría literaria sobre los rasgos que los configuran. 

La presentación teórica tiene la particularidad destacable de haber insertado, como complemento reflexivo, textos diferentes relativos a los aspectos propios de cada género. Los autores denominan «Textos para el debate» a estos fragmentos complementarios. Unas veces pertenecen a reconocidos especialistas en el campo de la Teoría de la Literatura o de la enseñanza (Aristóteles, Harold Bloom, Roland Barthes…) y en otros casos llevan la firma de autores literarios (Carlos Marzal, Bécquer, Carlos Barral, Francisco Brines, J. L. Alonso de Santos, A. Artaud, Lope de Vega…). Efectivamente, esos textos adjuntos pueden contribuir a despertar interés, fundamentar o contrastar criterios y a abrir puertas para continuar la formación y ampliar la perspectiva de los estudiantes. 

El carácter práctico de este manual de análisis textual se completa con los dos apéndices finales mencionados. En el primero encontramos útiles modelos de análisis de textos. Hallan así plasmación y aplicabilidad los conceptos y caracterizaciones teóricas que han desarrollado en los capítulos anteriores. Este apéndice permite al lector (al estudiante, pero no sólo a él) dialogar ordenada y metódicamente con el texto que lee o analiza. Para cada modalidad de discurso aportan un modelo de acercamiento analítico. Las fases propuestas se pueden resumir en la triada formada por el contexto, el autor y el texto, éste con sus distintos aspectos: contenidos, organización de los mismos y recursos pertenecientes a los distintos planos del lenguaje. El segundo apéndice, menos relevante aunque igualmente práctico, presenta una serie de tópicos literarios y el proceso con que pueden aparecer en las obras.

El 4 de octubre de 2013 leía en el diario El Mundo un artículo del profesor José Antonio Marina titulado «La hora de los docentes». Refería una anécdota para puntualizar la labor educativa de los maestros: «Recuerdo la anécdota de un profesor de pedagogía americano que el primer día de clase les dijo a sus alumnos, futuros maestros: He dedicado este verano a enseñar a hablar a mi perro. Está ahí fuera. Si quieren puede hacerles una demostración. Los alumnos por supuesto asintieron. El perro entró, se tumbó y el tiempo pasó sin que dijera palabra alguna. Al fin un alumno protestó: Profesor, su perro no habla. El profesor contestó: Ya les dije que había enseñado a hablar a mi perro. No que mi perro hubiese aprendido. No olviden eso en el futuro. Nuestra profesión no es enseñar, sino conseguir que aprendan».

Desde mi punto de vista, a la anécdota del pedagogo americano recordada por Marina queda un poco coja porque bascula demasiado acusadamente hacia el lado del profesor. La didáctica de cualquier materia constituye un acto de comunicación y en él interviene como elemento principal el binomio formado por el profesor y el alumno. Entre estos dos agentes del circuito comunicativo fluye el mensaje mediante un método de transmisión. Me parece que en la historieta contada por el profesor Marina falta un elemento más adecuado que el perro para constituir un binomio activo, dinamizador. El mejor profesor por muy entregado que esté no puede «conseguir» por sí mismo que los estudiantes aprendan. El perro, elegido para el caso, no es el más pertinente para ilustrar la función abnegada del profesor; sí lo sería, en cambio, para explicar la actitud pasiva del alumno. Muy acertadamente escribía el profesor Unamuno estas palabras en un ensayo titulado «Arabesco pedagógico», publicado en 1913: «Lo que más encadena a un discípulo a su maestro, lo que más le hace cobrar afición a lo que éste le enseña, es sentir el calor de la pasión por la enseñanza, del heroico furor del magisterio». Pero también es innegable que los buenos propósitos del profesor se pueden estrellar contra la roca del desinterés o la falta de dedicación y esfuerzo del alumno.

El perro de la anécdota, por su naturaleza, carece de la necesaria voluntad para aprender; en cambio, los estudiantes de magisterio o quienes enfocan su aprendizaje a cualquier otra profesión poseen esa facultad y el profesor «conseguirá que aprendan» solamente si la ejercitan para saber más, si desean ampliar los horizontes que señala el profesor. En el proceso educativo están implicados maestros y alumnos casi por igual. El acto comunicativo de la docencia es biunívoco, de doble dirección: el maestro o el profesor debe sentir ese amor al magisterio que señalaba Unamuno y tener conocimiento profesional de la disciplina. Pero el estudiante, por su parte, ha de estar dispuesto, también profesionalmente, a no quedarse rebajado a la condición canina en esa correspondencia comunicativa de la que forma parte, sino a erigirse también en elemento activo y con voluntad, con deseo de querer saber. Sin esta reciprocidad no hay pedagogía milagrosa ni maestro consagrado que sea capaz de «conseguir que aprendan » los alumnos. El entusiasmo de enseñar del profesor y el método usado junto al deseo de aprender del estudiante harán que aquél y éste alcancen el fruto deseado. Los profesores Arlandis y Reyes-Torres presentan un método didáctico aplicable provechosamente en el aula de Literatura, muy adecuado para una introducción al estudio competente y académico de la materia y para evitar el espontaneísmo pedagógico y la lectura acrítica. Con él se puede conseguir ese anhelado y difícil acoplamiento dinámico entre profesor y estudiantes encaminado a obtener mutuo rendimiento académico del estudio y análisis de los textos literarios. 

Patrocinio Ríos Sánchez

Middlebury College, Madrid

 

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