Pedro Salinas, Dos prosas inéditas (entre la ironía y la sátira)

viernes, 18 julio 2014

Introducción y edición de Natalia Vara Ferreiro

Madrid, Devenir el Otro, 2011

Pedro Salinas tenía previsto viajar a los Estados Unidos en el verano de 1936, invitado por el Wellesley College, mucho antes de que nadie supiera que esa fecha iba a quedar marcada para siempre a sangre y fuego en la historia. Por lo tanto, no salió de España exactamente como un exiliado. Sin embargo, los acontecimientos posteriores lo convirtieron en uno de ellos. Gozó ciertamente de algunas ventajas, como su posición institucional sólida desde el principio, pero sufrió de los reveses bélicos, vivió como una desgracia la victoria del fascismo, y con él la destrucción, entre tantas otras cosas, del campo cultural de los años 30 al que él había pertenecido, y se desesperó al comprobar cómo la derrota de Hitler y Mussolini no afectaba a su aliado menor, al General Franco, por la contemporización, una vez más, de las democracias occidentales, demasiado ocupadas en su realinamiento ante el nuevo enemigo para prestar atención a este desgraciado país de la periferia de Europa. Y, entonces, imaginaria, vitalmente, Pedro Salinas sufrió toda la amargura del exiliado, el extrañamiento ante ese país que fue el propio y que ahora continuaba su proceso histórico, ajeno, en manos extrañas, en poder del enemigo que se complace en ultrajarla, según alegoriza uno de los textos ahora editados. 

Este libro, por ello, constituye una experiencia muy valiosa en varios sentidos. Se trata de la edición de dos textos que habían permanecido inéditos hasta ahora. «A la sombra del paraguas en flor (Desvarío en clave de ira)», escrito a finales de 1938 o principios de 1939 es un excelente libelo, una auténtica y demorada execración de Neville Chamberlain, el primer ministro inglés, convertido en la encarnación de la baja política carente de ética y de valores, atenta sólo a los intereses más bajos, al cambalache, al trapicheo, a la cobardía, al sacrificio de los valores que se supone encarnar, y que aparece así convertido en el mejor aliado de Hitler. 

«Los cuatro grandes mayúsculos y la doncella Tibérica (cuento infantil con una víctima al fondo)», escrito en mayo de 1946, es una novela de caballerías satírica que ilumina la lógica de las relaciones geopolíticas tras la Segunda Guerra Mundial, y las limitaciones de las que surgieron las Naciones Unidas, a pesar de su «mayúscula » retórica. Es un texto sarcástico, divertido, conmovedor y amargo. Tiberio, el hermano de la doncella Tibérica, demoradamente ultrajada por el malvado Francacaseno, ante la pasividad o la calculada dilación burocrática de los supuestos defensores de los débiles, al comprobar que no va a conseguir su ayuda, se suicida ahorcándose en un árbol. Su figura («herido el desnudo cuerpo por el sol parecía un lagrimón que nunca acababa de caer y que la tierra jamás enjugaría »), aparece como un poderosos emblema de la suerte de la España exiliada, abandonada a su suerte por las mezquinas y calculadoras democracias occidentales. 

La edición de estos dos textos, por una parte, entonces, nos reintegra la experiencia de exiliado de Pedro Salinas, y la manera vital en que vivió las desgracias de su país. El poeta de La voz a ti debida nos ofrece la pasión, el desgarro, la convicción democrática, la amargura, con que vivió la victoria de Franco, su consolidación en el poder y la indiferencia de las supuestas democracias occidentales. Nos aparece entonces como un escritor cívico, comprometido con las desgracias de la sociedad que había dejado atrás, la suya. Por decirlo sintéticamente nos aparece como una figura mucho más cercana al torrencial e intelectualmente apasionado Max Aub de lo que hubiéramos pensado antes de leer este texto.

Pero, por otra parte, el hecho de que en el momento de su escritura estos textos no pudieran ser publicados iluminan la precariedad de esa supuesta solidez institucional en la que vivió Salinas su exilio. En ese sentido resulta muy clarificador el excelente estudio introductorio sobre la condición de sospechosos que los exiliados republicanos tenían en los Estados Unidos antes incluso de la Guerra Fría, el germen filototalitario que se estaba incubando en la América bienpensante en aquellos años premacarthystas. 

Además, estos textos nos permiten disfrutar de la excelente prosa de Pedro Salinas puesta al servicio de la política en su significado más noble. Son dos textos magníficos, certeros, inteligentes, divertidos, bellamente escritos, desgarradores. Y, perfectamente imbricados el uno al otro: trazan la indignada respuesta de un hombre justo ante las dos fases de una gigantesca traición.

Si «un intelectual es una persona para quien los problemas políticos son problemas morales», como decía Max Aub, después de leer este imprescindible libro, nos queda muy claro que Pedro Salinas era uno de ellos.

Jesús Peris Llorca

Universitat de València

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