LAS FORMAS DISCONFORMES. LECTURAS DE POESÍA HISPÁNICA.

lunes, 29 septiembre 2014

Jordi Doce

Madrid: libros de la resistencia, 2013, 256 pp.

 

Tengo una especial predilección por libros como éste, libros que recopilan artículos sobre literatura, poesíao arte diseminados por revistas  de, generalmente, escasa difusión; que agrupan textos dictados en conferencias ante un público minoritario, escritos que sirven de prólogo a otras obras o reseñas escritas para volanderos suplementos culturales. La única forma de que el lector interesado tenga la posibilidad de leerlos completos es reunirlos en un único volumen, sistematizándolos, por así decir, como ha hecho Jordi Doce en Las formas disconformes. Lecturas de poesía hispánica, el libro del que nos ocupamos en estas líneas. 

Estoy convencido de que la escritura es un todo orgánico y cada uno de los géneros en que los se manifiesta —poema, ensayo, relato, novela, diario, etc.— es una parte de ese todo que llamamos Literatura, aunque para cada autor uno u otro género posean relevancia desigual en su propio proceso creativo. Los motivos que conducen a un poeta a frecuentar la crítica de manera permanente y comprometida obedecen a razones múltiples, y una de ellas, posiblemente la de mayor peso, es la de escribir sobre aquellos poetas, sobre aquellas estéticas y tradiciones que sirven de pretexto para afianzar la propia obra, aunque un poeta y crítico tan notorio como Auden escribiera al respecto, con su peculiar ironía, algo como esto: «Nunca he escrito una línea de crítica sino en respuesta a algún pedido de terceros para una conferencia, una introducción, una revista, etc. Aunque confío en que algo de amor se haya filtrado en su escritura, los escribí porque necesitaba el dinero». De todos es sabido que, al menos en la actualidad (en la época Auden la figura del poeta gozaba de mayor reconocimiento social), el respaldo que pueden aportar a la economía familiar dichas actividades, en gran parte de los casos, resulta del todo irrelevante, por eso no es difícil conjeturar que existen como trasfondo otro tipo de vínculos, no de carácter crematístico, sino emocional, de empatía si se quiere, que empujan al poeta a ensayar esa otra forma de creación que es la crítica literaria. Jordi Doce lo explica en las palabras preliminares del libro, aclarando la variedad de las lecturas con estas palabras: «…la nómina no es caprichosa ni arbitraria: la han dictado la inclinación y el gusto personales, la afinidad con ciertas sensibilidades y modos de entender la escritura (eso que llamamos poética y que, en última instancia, no es más que un modo de fatalidad)». Debido a esa afinidad poética no nos puede extrañar que algunos autores, el caso de Valente resulta significativo, estén tratados con una mayor profundidad, auscultando pormenorizadamente el manantial del que surge su obra, en una sucesión de artículos, ahora encadenados. También queda patente dicha afinidad, en este caso con su labor como traductor, a la hora de comentar las versiones y revisiones de otros poetas que Octavio Paz fue acumulando a lo largo de su fecunda vida creativa. Jordi Doce desmiga el concepto de traducción que Paz sostiene, un concepto en el que, por encima de otras consideraciones, prima la identificación con el autor traducido —hasta el punto de poder rastrear su influencia en los propios poemas del traductor— porque como escribe Jordi Doce, «Según Paz, la traducción es una variante del proceso creador caracterizada por un equilibrio entre repetición e invención, tradición y originalidad. Su principio rector es ya un lugar común entre nosotros: el texto traducido ha de producir efectos similares a los del original, pero con distintos elementos». 

Un libro como Las formas disconformes se inscribe, como he dicho más arriba, en una fecunda tradición, la del poeta-crítico y, de hecho, muchos de los autores comentados en el libro comparten esta doble actividad: los ya citados Paz y Valente, pero también Ángel Crespo y Andrés Sánchez Robayna, Miguel Suárez o Juan Malpartida, por poner algunos ejemplos (sin salirnos de la tradición hispánica, me vienen a la memoria autores de no menor calibre, los casos de Gerardo Salinas, de Cernuda o Gil de Biedma, de Caballero Bonald o Francisco Díaz de Castro, de Adolfo Castañón o Gastón Baquero, por ejemplo). El mismo Jordi Doce —además de poeta y narrador con una extensa y reconocida obra, de la que podemos señalar libros de poemas como Lección de permanencia (2000), Otras lunas (2002) o Gran angular (2005) los relatos de Bestiario del nómada (2001) o el diario La vibración del hielo (2008) también cultiva la traducción con excelentes resultados— ha acometido en otras ocasiones empresas de esta índole con libros como el ensayo literario Imán y desafío. Presencia del romanticismo inglés en la poesía española contemporánea (2005), los artículos literarios reunidos en Curvas de nivel (2006) o los ensayos dedicados a T.S. Eliot y a W.H. Auden que integran La ciudad consciente (2010). 

La primera parte del libro la forman, en su gran mayoría, comentarios extensos, incursiones de gran calado en los autores tratados y abarca desde la labor traductora de Octavio Paz hasta un encendido comentario sobre la poeta uruguaya Circe Maya —para mí todo un descubrimiento, porque ignoraba su existencia—. En medio, varios artículos dedicados a Valente, uno reivindicativo y esclarecedor sobre el poeta Luis Feria, «Entre dos aguas. Los anclajes de Luis Feria », otros sobre Alberti, Josep Palau i Fabre o sobre el justamente admirado Ángel Crespo. La segunda parte está integrada por artículos ceñidos a una extensión más reducida, suponemos que por las prescripciones de las publicaciones que los acogieron por vez primera. Se acogen a lo que conocemos generalmente por reseña crítica, aunque alguno de ellos, como los dedicados a Álvaro Valverde o Andrés Sánchez Robayna, esté tomado del prólogo que el autor firmó para las respectivas antologías, la de Valverde, titulada Un centro fugitivo y la de Sánchez Robayna, Ideas de existencia. Otra función inicial tuvo «Segundo advenimiento», texto con el que Jordi Doce presentó en el Ateneo madrileño a Juan Carlos Mestre, que permanecía inédito hasta la feliz inclusión en este libro. Textos, entre otros, sobre Mercedes Roffé, Marta Agudo o Esther Ramón completan la sección.

Las peculiares figuras de los pintores Albert Ràfols-Casamada y de Eduardo Arroyo, el primero también poeta, y el segundo novelista, llegan a estas páginas en su doble condición y ocupan la tercera y última parte de Las formas de la disconformidad. Dos autores con un desarrollo artístico muy dispar y, sin embargo, como se percibe en los textos de Doce, con una similar conciencia estética, en cualquiera de los formatos elegidos, sustentada en la búsqueda de lo inefable y en el rigor y la disciplina en el trabajo, sin dejar a un lado el análisis social, como los lectores pueden constatar en un reciente artículo publicado en el diario «El País» por Eduardo Arroyo, en el razona sobre la responsabilidad mancomunada de artistas, galeristas, marchantes, ferias de arte y demás implicados en el controvertido mundo del arte en la crisis que padece, hasta el punto de afirmar que «el mercado del arte no existe, no existió nunca y nunca existirá en nuestro país». 

La procedencia de los textos, como queda constatado en un apéndice final, es muy variada, sin embargo, y al margen de la extensión obligada de gran parte de los textos, en todos ellos se aprecia la intención que Jordi Doce comentaba en el texto aclaratorio que precede a los cometarios propiamente dichos: «Todos estos autores me suscitaron preguntas que intenté responder o despejar hasta donde me fue posible; con todos he disfrutado y, a la vez, he aprendido». No me cabe ninguna duda de que el futuro lector de este compendio crítico encontrará razones más que suficientes en sus páginas, más allá de su predilección por uno u otro autor objeto de estudio, para justificar la mezcla de fervor y precisión con la que Jordi Doce desentraña las zonas oscuras de las que surge la creación poética, hasta el punto de quedar, de algún modo, rendido ante el cúmulo de expectativas que una crítica tan apasionada proporciona. Parafraseando unas palabras del recientemente fallecido Seamus Heaney sobre Charles Simic, podemos decir que todo lo que escribe Jordi Doce sobre literatura y arte no es más que una defensa a ultranza de la lengua, de la poesía. 

Carlos Alcorta

UIM

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