CENTENARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ Sujetado rayo .

jueves, 17 julio 2014

José M.ª Balcells

Estudios sobre Miguel Hernández, Madrid, Devenir, 2009.

El nombre de Miguel Hernández (1910-1942) es, sin duda, uno de los grandes del siglo XX, y su proximidad estética con los poetas del 27 quedó más que demostrada desde la aparición, en Murcia y en 1933, de Perito en lunas, libro de brillante metaforismo y de reconocida orientación vanguardista. El hecho de que en octubre de 2010 se celebrara el centenario de su nacimiento hizo que durante este año, y prácticamente desde sus primeros meses, se hayan ido celebrando numerosos actos de reconocimiento y homenaje a la figura del poeta, algo que el lector puede constatar y seguir casi a diario si consulta la página rotulada como www. miguelhernandezvirtual.com/xml/. De cuantas jornadas y congresos se organicen al respecto iremos teniendo información exhaustiva según se editen sus actas, igual que de otras publicaciones que analicen la obra hernandiana. Estimamos que una de estas, Sujetado rayo. Estudios sobre Miguel Hernández –quizá la primera en adelantarse a conmemorar el centenario (Madrid, Devenir, 2009)–, es de importancia capital, ya que supone un ensayo profundo, extenso, conscientemente estructurado para investigar la obra de Hernández y elaborado por un investigador de prestigio en el ámbito de la literatura contemporánea, José María Balcells, catedrático de Literatura de la Universidad de León.

Balcells inscribe su trabajo entre los que tienen como finalidad contribuir a un mejor conocimiento del poeta mediante «el rescate de estudios científicos, no siempre de fácil acceso y dispersos», añadiendo que el presente volumen se estructura en torno a «los periodos de formación literaria, de madurez lírica –los relativos a El rayo que no cesa–, así como a prácticas poéticas asumidas y desarrolladas durante la guerra civil española». A esas tres etapas van a responder, en consecuencia, los ocho capítulos de que consta este volumen, para el que el autor aprovecha, reescribiéndolos y ampliándolos casi siempre, artículos o trabajos que él mismo había publicado ya anteriormente, aunque también avisa de que «ninguno es idéntico a como apareció publicado inicialmente». De este modo, el primero de ellos, «La prehistoria poética», trata de recuperar «los pasos iniciales de la labor en verso de Miguel Hernández», atendiendo en primer lugar a los primeros poemas fechados en 1929 y 1930 y a otros muchos de datación supuesta. A la vista de todos estos poemas, se insiste en que el punto de partida de una parte de los mismos es la temática regional o campestre inspirada por la lírica del extremeño Gabriel y Galán o del murciano Ramón Medina. Serán estos, versos que alaban el campo y lo presentan como lugar preferido frente a la ciudad, utilizando en alguna ocasión el lenguaje dialectal del habla panocha. Sin embargo, otro conjunto de estos poemas primerizos estará muy influenciado por el Romanticismo –sobre todo el de Bécquer– y casi a continuación por el Modernismo, la modalidad lírica «más practicada por Miguel Hernández en sus comienzos». Finalmente, tres autores (Gabriel Miró, José M.ª Ballesteros y Juan Sansano) tuvieron una influencia palpable en Hernández, que escribe ciertos poemas situándolos en el espacio poético de la tierra de Oleza.

En una de estas orientaciones, la modernista, incide de nuevo Balcells al dedicarle el segundo capítulo que titula «Las huellas de Rubén Darío», dieciséis páginas donde se precisan influencias métricas, expresivas y rítmicas del poeta nicaragüense sobre el de Orihuela. Y es tras la imitación de Darío cuando surge en Hernández la huella del excelso Quevedo (véase «Los estímulos de Quevedo»), aunque su estela solo es evidente para Balcells a partir de 1933, y gracias a la amistad con Ramón Sijé, muy cercano –arguye Balcells– a la «gracia del pensamiento quevedesco». A partir de esa fecha Hernández escribe sonetos queriendo imitar la métrica quevediana e incluso utiliza en su seguimiento determinadas formas expresivas en el campo léxico, concluyéndose que en El rayo que no cesa «la herencia quevediana, en contenido y forma, salta a la vista», pudiéndose asimismo rastrear en otros pasajes de Viento del pueblo, El hombre acecha o Cancionero y romancero de ausencias.

Es en el cuarto capítulo, «Gestación y lenguaje poético de El rayo que no cesa», donde encontraremos una notable demostración de las peculiaridades lingüísticas y textuales de El rayo que no cesa, obra que es evidentemente la inspiradora del título que Balcells da a su estudio: Sujetado rayo. Según explica el propio Miguel Hernández a su prometida Josefina Manresa, «Todos los versos que van en este libro son de amor y los he hecho pensando en ti, menos unos que van por la muerte de mi amigo» [Ramón Sijé]. Más adelante, en el penúltimo capítulo, el ensayista ofrece una nueva visión del poemario al presentarlo como «El rayo que no cesa desde la intertextualidad», título claramente indicativo de que se pretende hacer una indagación de las relaciones, influencias, antecedentes y apreciaciones literarias a que da lugar esa modalidad de estudio. El profesor Balcells completa su ensayo con tres capítulos más. Uno de ellos, «De Josefina a María, y de María a Maruja», parte de la conjetura de que «son dos o tres las mujeres susceptibles de ponerse en relación con los versos amorosos de la obra» El rayo que no cesa; lo que le permite anotar los nombres calibrando tal posibilidad: Josefina Manresa, María Cegarra Salcedo y Maruja Mallo. Otro, «Sátira de guerra en Miguel Hernández », ofrece argumentos para afirmar que no es fácil entender o interpretar esta faceta de su creación, si bien es claro su objetivo preliminar: «Estudiar la vertiente épica de Miguel Hernández a través de los versos compuestos durante la guerra civil española de 1936 a 1939». El último, que en realidad cierra el volumen («El trabajo: una perspectiva poética»), constata que para la actividad lírica del vate alicantino fue fundamental la temática sobre el trabajo, asociada en sus versos a todo un extenso campo semántico como laboriosidad, sudor, campesino, yuntero, labrador… Miguel Hernández, a través de sus metáforas, comparaciones, aliteraciones o hipérboles, ha forjado una lírica apasionada y telúrica («Como el toro lo encuentra diminuto / todo mi corazón desmesurado»), una poesía de muchas maneras enraizada en el ser humano y en su entorno vivencial que fue capaz de transmitir con un inconfundible estilo –quizá uno de los más personales junto al de poetas como Garcilaso, san Juan de la Cruz, Góngora o Lorca–. De su invención poética surgieron a la par versos irónicos («¡Rascacielos!: ¡qué risa!: ¡rascacielos! / ¡Qué presunción los manda hasta el retiro / de Dios! ¿Cuándo será, Señor, que eches / tanta soberbia abajo de un suspiro?»), pasajes amorosos inolvidables ( «Boca que arrastra mi boca, / boca que me has arrastrado, / boca que vienes de lejos / a iluminarme de rayos»), poemas de raigambre señaladamente social («Contar sus años no sabe, / y ya sabe que el sudor / es una corona grave / de sal para el labrador») y otros muchos cuajados de tragedia (la famosa «Elegía a Ramón Sijé»). No solo se impone leer a Miguel Hernández para conmemorar su nacimiento, sino primordialmente por haber escrito muchos de los más inolvidables poemas de la literatura contemporánea enraizándolos en la naturaleza, el sentir del pueblo y en sus circunstancias históricas, y dándoles además una expresión individualizada y a la vez nutrida por la tradición literaria.

En las páginas de Sujetado rayo, Balcells va incluyendo, comentadas o a pie de página, las opiniones de muy diversos especialistas en la obra del poeta de Orihuela (entre muchos, Agustín Sánchez Vidal, Darío Puccini, Concha Zardoya o Gabriel Morelli). Esta bibliografía se está renovando y ampliando actualmente con nuevas publicaciones en torno a esta fecha tan señalada del centenario de Miguel Hernández. Entre otras, y como colofón a este artículo, deben citarse las recientemente tituladas Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Temas de Hoy), de José Luis Ferris, El oficio de poeta. Miguel Hernández (Aguilar), de Eutimio Martín, o incluso diversas antologías de carácter escolar (por ejemplo, el de la editorial Vicens Vives Corazón alado, preparada por Juan Ramón Torregrosa). En esta línea, debiéramos tener en cuenta lo que se recuerda en Miguel Hernández. Antología poética (Ayuntamiento de Córdoba, 2010): que «La relevancia de la obra de Miguel Hernández, todo cuanto su figura representa para entender no solo la Literatura, sino la España del siglo XX, son cuestiones indiscutibles que, por sí solas, explicarían el merecido homenaje al poeta de Orihuela».

Dr. Antonio Moreno Ayora

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