LAS PEQUEÑAS ESPINAS SON PEQUEÑAS

lunes, 16 febrero 2015

LA NECESIDAD Y LA BELLEZA UNIDAS

Raquel Lanseros

Madrid: Poesía Hiperión, 2013, 80 pp.

Raquel Lanseros ha escogido un verso de su poemario, para titular su obra «Las pequeñas espinas son pequeñas ». Es un endecasílabo de los llamados melódicos, un acento impar y dos en sílaba par. Escoge Raquel la melodía, antes que lo épico o lo enfático. Formas bellas para contenidos importantes. Y entre las formas métricas, innovadas y libres: la expresión. Raquel Lanseros adscribe a la comunicación su decir poético. Deja lo abstruso, descree del surrealismo sistemático y aborda la redacción del hallazgo poético con el decoro que su altura intelectual merece. Pero no cae en el discurso evidente, común. Lo agudo de su análisis lírico obliga al lector a configurarse cómplice de la creación poética. Toda Literatura no acaba de cumplir su función hasta que es leída, comprendida y asimilada por un lector modelo.

El lector modelo de «Las espinas pequeñas son pequeñas» es un lector que busca sabiduría lírica en el poema. Llamamos sabiduría lírica a ese conocimiento intuitivo y certero que, sin esclavizarse a la razón, sabe exigir al sentimiento unos niveles de calidad muy altos para merecer los honores de verso. Y todo ello lanzado desde la conciencia del creador. Entre análisis, observaciones, experiencias, recuerdos, contradicciones y otras categorías de lucidez humana, Raquel Lanseros nos ofrece toda una nobilísima panoplia de armas herádicas con solera de acierto pleno, tanto en la elección de tema, como en su desarrollo y conclusión. Aprendemos vida, y gozamos verso cuando leemos a la poeta de la luz andaluza y el pensar leonés. No hay poema vacuo en este libro. Ni ejercicio de estilo. Todo responde a unas claves de existencia necesaria, de comunicación subjetiva de mensajes de diverso nivel de trascendencia. 

El yo de la autora figura en casi todos los poemas de manera explícita, tanto en la forma verbal, como pronominal, demostrativa o posesiva. Y, añadimos que lo mismo sucede en cada verso, gracias a la peculiar perspectiva de todos y cada uno de ellos. Siempre ha sido así, en los cuatro libros anteriores de esta autora, «Leyendas del Promontorio» (2005), «Diario de un destello» (2006), «Los ojos de la niebla» (2008) y «Croniria» (2009). En esta entrega de 2013, la autora sigue madurando, y en todos los aspectos avanza en seguridad personal acerca de esa sabiduría lírica que percibimos. Podríamos fijar esa madurez en la ya escasa presencia del popio pasmo de la autora ante su don especial de hada lírica. El yo poético se ha aceptado, y ya no hace médula de su verso esa ebriedad recibida. El poema se centra en su objetivo, y deja de lado el temblor de la conciencia poética como tema.

Raquel Lanseros evoca los paisajes que la circunstancia puso ante sus ojos. Y, sin localismos, ni falsos tributos a lo pintoresco, sabe aunar su espíritu al ubi et nunc circunstancial que sus versos evocan: Valparaíso, Madrid, México, Murmansk… son contingencias categóricas que imponen una presencia vital en los versos de la autora.

Un rastro elegíaco, por el tiempo dejado atrás, ataviado de firmeza («El pasado es prólogo», reza uno de los apartados del poemario) recurre a través de las páginas de este manual de pequeñas espinas. La crónica de lo pasado, cuando florece en el poemario, no sigue los trillados caminos del tópico. Se celebra el pretérito, pero se hace comparecer ese aoristo existencial, que, despegado de la lúgubre pesadumbre literaria que conocemos, expone una valentía vital en la que nos sentimos acogidos. No hay pathos en «Las pequeñas espinas son pequeñas». O lo hay en unos parámetros muy novedosos. Los propios de este tiempo en el que la Historia, con toda su complejidad, ha entrado en las inteligencias avisadas.

Raquel Lanseros deja constancia de qué cosa pueda ser la Poesía en estos albores del siglo XXI. Maneja un concepto que aúna emoción, información, perspectiva, universalidad y lenguaje directo —que no fácil— que rebosa modernidad, aun enraizándose en una Weltanschauung que fácilmente reconocerían Bécquer o Machado, según los poemas. Sabiduría y emoción, experiencia y serenidad son las cuatro esquinas del poetizar de Raquel Lanseros.

«Las pequeñas espinas son pequeñas » se compone de cuatro partes, tituladas, asimismo en clave poética: «Cuanto sé del Rocío», «Cónclave de Mariposas», «Croquis de la Utopía» y «El Pasado es Prólogo». No sabríamos esencializar la función vital que Raquel Lanseros confiere a cada apartado. No dudamos que acabaríamos encontrando una secuenciación o estructuración de los poemas. Todo lo puede el oficio y la experiencia lectora. Pero no hemos querido. El goce de leer —también el placer— debe ganar al lector de este poemario rico en ventura humana y belleza expresiva, que doblega a la metáfora. La obliga a servir al contenido. Y huye de hacerla reina del verso, en exhibicionista decisión lírica. Hay verdad en los poemas de Raquel Lanseros. No escribe para los poetas, sus camaradas de género literario, a los que visita por el mundo entero, cumpliendo su oficio de creadora literaria. Escribe para comunicar sus latidos existenciales, categorizados líricamente. Es poeta que admite y necesita la presencia del lector. No acepta endogamia alguna en su quehacer literario, y siempre busca llegar al puerto de ese lector ideal que dijimos.

La trayectoria del eco crítico de Raquel Lanseros augura los mejores horizontes para su poesía. El presente texto quiere contribuir a ese acto de justicia. Así sea.

Santiago Delgado

Crítico literario

 

 

 

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