LA LITERATURA Y SUS DEMONIOS. LEER LA POESÍA SOCIAL

miércoles, 25 noviembre 2015

Miguel Ángel García.

Madrid: Castalia (Literatura y Sociedad), 2012, 426 pp.

Quien se adentra en las páginas de La literatura y sus demonios. Leer la poesía social (Madrid, Castalia, 2012), de Miguel Ángel García, comprende de inmediato que sea la inquietante Workers Returning Home, de Munch, la imagen elegida para ilustrar la cubierta del libro. Este volumen es una valiosa contribución para la comprensión no solamente de la llamada «poesía social» sino también de los numerosos juicios negativos a los que se enfrentó desde sus inicios. Para ello, comparecen en este libro la crítica literaria, la historia de la literatura o la sociología de la literatura, de manera que el autor aprovecha y combina esos útiles y enfoques metodológicos para llevar a cabo su examen crítico de la poesía social y de sus defensores y detractores.

El libro se estructura en tres grandes bloques (a los que habría que sumar la breve «Introducción», págs. 15-19, que funciona casi a la manera de una declaración de principios). El primero de ellos, encabezado por el significativo título de «Poética del compromiso social de posguerra (Teoría de la literatura e Historia)», se divide a su vez en tres capítulos, de nuevo con nombres enormemente informativos: «El deber elemental: las poéticas sociales», «Materiales para una historia crítica de la poesía social (I): el fantasma social de lo poético» y «Materiales para una historia crítica de la poesía social (II): el fantasma poético de lo social». En el primero de ellos (aunque es una línea de fuerza que atraviesa el libro de principio a fin) se realiza un rastreo y análisis minucioso de la compleja teoría que sustentaba la práctica de la poesía social (como afirma Miguel Ángel García, «quienes han despreciado los pobres resultados literarios de la poesía social o la han desacreditado por su contenidismo ideológico no han reparado en la compleja teoría que […] amparaba esa práctica», pág. 39). Para ello, se estudian las polémicas más importantes de esas décadas (poesía como conocimiento/poesía como comunicación, el esteticismo, el concepto de lo poético, la función social de la poesía) y se recorren, con valor y honestidad teórica, las muchas perplejidades que tiene que afrontar quien se adentra en el análisis de los poetas y las poéticas sociales de posguerra. Continúa con las poéticas que aparecen en las antologías más significativas de la época en lo que se refiere a poesía social, la de Ribes y la de Leopoldo de Luis. Siguiendo ese hilo, el autor va desgranando las imágenes de la poesía social y de las poéticas sociales (propias y ajenas, y ello a tres bandas: imágenes que proporcionan los autores sociales, los detractores y los propios textos). En los otros dos capítulos de este primer bloque comparecen materiales y críticos/as imprescindibles para, como se nos indica en los títulos, hacer una historia crítica de la poesía social. Eso sí, con una distinción clara: en primer lugar, tenemos el fantasma social de lo poético (y todas las ideas y conceptos asociados: el compromiso, la poesía como un arma de lucha para transformar la sociedad, la comunicación) y posteriormente el fantasma poético de lo social (el lenguaje poético, el humanismo, la poesía social como continuidad o como ruptura).

En la segunda parte del libro se abordan las cuestiones fundamentales de la poesía social (las vistas en los capítulos anteriores y algunas nuevas que se van explicando al hilo del discurso) a través de la producción de cinco poetas llamados sociales, desde la guerra hasta los años cincuenta, lo que nos permite seguir la evolución de la idea de poesía social y la lógica de los cambios en los argumentos de sus detractores. Así, el análisis concreto de la trayectoria de los distintos autores y el comentario de muchos de sus textos más importantes están enraizados con el estudio de problemáticas más amplias.

De este modo, aparecen el «compromiso feroz» (pág. 239) de Miguel Hernández (su transformación poética e ideológica, su producción durante la guerra y la lógica que la sostiene, la idea de revolución, el plural de clase,las imágenes, como las de la tierra o la sangre, que recorren su quehacer poético), Celaya y los obstáculos teóricos del marxismo y el humanismo (con el análisis de cuestiones como la poesía sin autor, la compleja teoría que sustenta su producción social) o las paradojas, en forma de derechos y deberes, de la «cartilla poética» de Blas de Otero, que se recrudecerán con los autores del Cincuenta aunque asumiéndolas y dándoles forma de manera muy distinta, como puede verse en los análisis de José Agustín Goytisolo y Gil de Biedma. El resultado es sumamente esclarecedor y en adelante supondrá un punto de partida ineludible para cualquier estudio sobre la poesía de posguerra.

La demonización literaria e ideológica de la poesía social, analizada en las partes anteriores, se ilustra en el bloque que cierra el libro con el estudio de la crítica desarrollada por Gerardo Diego, clave para la historia de la poesía española del siglo XX y que ejemplifica varias de las líneas desde las que se demonizó la poesía social. El quehacer crítico de Diego, inseparable del inconsciente formalista y esteticista de los años 20, supone un recorrido por buena parte de la poesía española del pasado siglo, a la vez que un ejercicio de reflexión sobre muchos de los conceptos y dicotomías (mayorías/minorías, garcilasistas/tremendistas) sobre las que se ha levantado el edificio de la crítica poética de ese periodo.

Este trabajo de Miguel Ángel García, de un rigor que solamente está al alcance de quien ha pensado profundamente un tema (es decir, con valor y sin estrecheces conceptuales), posee además el mérito de reivindicar una concepción de la poesía éticamente comprometida, con valor político y anclaje en lo real.

Encarna Alonso Valero

Universidad de Granada

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